martes, 26 de junio de 2012

La guerra en Siria

Hace ya más de un año escribí una entrada en este blog intentando explicar la diferencia entre la situación de Libia y la de Siria. ¿Qué ha cambiado desde entonces?

Es innegable que el conflicto sirio ha sufrido una seria escalada hasta el punto de llegar a leerse en la prensa titulares del tipo  "la ONU ya habla de guerra civil en Siria". La extremadamente violenta represión de las manifestaciones en contra del régimen de Assad no sólo no consiguió acabar con éstas, sino que favoreció el incremento de la insurrección. Poco a poco, la llamada resistencia siria ha ido organizándose y recibiendo apoyos externos hasta el punto de que hace pocas semanas, en una conferencia celebrada en Estambul, 83 países reconocieron al rebelde Consejo Nacional Sirio (CNS) como representante del pueblo sirio.

En este tiempo, Kofi Annan, antiguo Secretario General de Naciones Unidas, fue enviado a la zona para intentar encontrar una solución diplomática al conflicto. El plan de Annan consistía en un alto el fuego, el envío de una misión de observadores de la ONU (para verificar que ambas partes cumplían con el alto el fuego) y la elaboración de una hoja de ruta hacia una transición democrática que incluía la celebración de unas elecciones. El mismo Annan ha reconocido el fracaso de esta tentativa.

Tras este fallido intento, que no ha sorprendido a nadie, de encontrar una solución diplomática al conflicto, resulta obligado preguntarse por qué no se realiza una intervención armada como la que se realizó en Libia, más ahora que una de las partes en el conflicto (CNS) lo ha pedido al Consejo de Seguridad y que la opinión pública parece favorable a que se lleve a cabo. Creo que los argumentos que dí en mi anterior entrada siguen siendo válidos, especialmente el de la reticencia rusa. Pero a ellos hay que añadir el deterioro económico que sufren las potencias que podrían hacer algo, el mismo deterioro económico que ha acelerado los planes de repliegue de tropas tanto en Iraq como en Afganistán. Quizás, puede que también exista cierto temor a una radicalización islamista en la región -no olvidemos que los Hermanos Musulmanes han ganado las elecciones egipcias-.

Sin embargo, ha habido una jugada inesperada en el tablero de ajedrez sirio: el supuesto derribo por parte de Siria de un caza turco en espacio aéreo internacional. La búsqueda de un pretexto para iniciar una confrontación armada ha sido un recurso ampliamente utilizado en el arte de la guerra desde antes de que Atila lo empleara para asolar el Imperio romano hasta nuestros días.

El avión turco derribado introduce un nuevo actor en este escenario, la OTAN, a la que coloca en una situación delicada ya que si se prueba -y se acabará probando- que Siria ha derribado efectivamente este aparato en espacio aéreo internacional, esta acción puede ser considerada como un ataque contra un Estado miembro, obligando a la Alianza a tener que responder.

Pero, ¿y si este supuesto nuevo problema es la solución? Turquía, un Estado de población musulmana, con un potente ejército, sin la asfixia económica del resto de los Aliados, con aspiraciones en la región y con el apoyo de la OTAN. Parece el candidato ideal para una intervención y, por azares del destino, se la ha brindado un pretexto para hacerlo. Y lo mejor es que sería fácil amparar en el Derecho internacional la posible respuesta turca y de la OTAN, privando a Rusia de la posibilidad de vetar la acción en el Consejo de Seguridad de la ONU. Curioso, ¿verdad? Aunque posiblemente me equivoque.

jueves, 31 de mayo de 2012

La triste figura


Sin duda Bankia es el gran tema de la semana. Yo no voy a escribir sobre Bankia en sí por dos motivos: el primero es que no tengo los suficientes conocimientos económicos para poder hacerlo. El segundo, es que no se corresponde con el objetivo de este blog.  Sin embargo, cómo afecta todo este tema a la imagen de España en el exterior sí es algo que puedo comentar.

La imagen de un país es un preciado activo que hay que cuidar y cultivar. Muy grosso modo este concepto se puede definir como el modo en que un determinado país X es percibido por el resto del mundo.  La importancia de tener una buena imagen ha hacho que en el mundo de las relaciones internacionales, inspirados por  el  marketing, apareciesen los términos de marca país y de diplomacia pública. La marca país es la imagen que se quiere proyectar del mismo, el conjunto de cualidades y aptitudes que se le quieren asociar. La diplomacia pública, el conjunto de actividades destinadas a construir y promocionar la marca país y a conseguir ese posicionamiento que se busca.

España ha trabajado mucho en este campo durante los últimos treinta años, intentando cambiar la imagen de país atrasado, destino sólo de sol y fiesta, por otra de Estado moderno, industrial y tecnológico, merecedor por derecho propio de ocupar un lugar destacado en la élite mundial (digo que lo ha intentado y, en algunos casos, lo ha conseguido). No hace muchos años se hablaba del milagro español para referirse al rápido crecimiento que había experimentado nuestra economía.

Sin embargo, desde el inicio de la crisis, invariablemente, la imagen de España en el exterior se ha ido deteriorando a una velocidad siempre in crescendo.

Una buena imagen atrae la inversión extranjera, favorece las exportaciones, te da peso en los foros internacionales, permitiéndote influir en la confección de las reglas del juego. Todo eso es lo que estamos perdiendo con el deterioro de nuestra imagen. La marca España aún goza de cierta credibilidad, pero casos como el de Bankia pueden acabar destruyendo lo poco que nos queda con la misma facilidad que una ola destruye un castillo de arena.

La imagen de un país se construye tanto desde el sector público como desde el sector privado. Igual que una buena imagen nos beneficia a todos, los excesos y despropósitos de unos pocos nos perjudican a todos. Como también lo hace una mala gestión de los problemas, el fomento del secretismo y la falta de asunción de responsabilidades.

Poco a poco España se va asemejando a uno de sus grandes iconos, Don Quijote, y su imagen se está convirtiendo en una triste figura.

miércoles, 23 de mayo de 2012

Interrogantes

Esta semana, tengo que reconocerlo, me ha costado decidirme sobre qué escribir. Últimamente hay demasiados focos deslumbrando, muchas cosas en las que fijarse y que comentar. Si miras hacia Asia, siempre está China, sus relaciones con el resto del mundo, sus disidentes que reciben "becas" para estudiar en EE. UU. En África no faltan conflictos, revoluciones políticas o, por desgracia, crisis humanitarias sobre los que escribir algo más que unas líneas. Europa se está convirtiendo en una jaula de grillos. Y América... tengo que reconocer que la guerra comercial que se han declarado Argentina y Brasil me ha tentado mucho.

Sin embargo, finalmente, me decidido por comentar dos acontecimientos que vienen cargados de interrogantes.

En primer lugar, las elecciones egipcias. Un hecho histórico sin dudas: las primeras elecciones democráticas tras las revueltas populares del pasado año. Las vicisitudes del proceso que han llevado a ellas -el gobierno militar y su hoja de ruta; los intentos de gobiernos interinos; las nuevas manifestaciones; los nombres que se barajaron para presidencia del país; la purga de candidatos...-  merecerían una entrada propia y quizás la tengan en un futuro. Hoy sólo quiero poner sobre la mesa algunas cuestiones que me parecen clave en estas elecciones: 

  • La transparencia. Egipto es una verdadera prueba de fuego para medir la intensidad de los cambios democráticos traídos por la llamada Primavera Árabe. Todo el mundo está observando el proceso y pendiente de su transparencia -hay unos 9.700 observadores electorales. 
  • ¿Cómo se comportará el Ejército? ¿Entregará el poder? Es una cuestión que guarda bastante relación con la anterior. El Ejército egipcio ha mandado en el país desde la caída de Mubarak y se ha llamado así mismo el garante de la Revolución. Si no cumpliese con su palabra, o si hubiera sospechas de manipulación en las elecciones, podría desencadenarse una nueva ola de protestas multitudinarias que no beneficiarían nada al país. En el peor de los escenarios, incluso podría reproducirse una situación similar a la de Siria.
  • La tercera pregunta, ¿cómo afectará a la región los resultados de las elecciones? Imagino que al vecino Israel no le agradará mucho un escenario en el que los Hermanos Musulmanes se hagan con el poder en Egipto -como, de hecho, parece que va a pasar-. 
Habrá que tener un poco de paciencia y ver qué pasa.


El segundo acontecimiento que quería comentar me devuelve a Europa, aunque pasando brevemente por Chicago, donde esta semana se ha reunido la OTAN para tratar temas como el calendario del repliegue de las tropas destinadas en Afganistán, aunque en la práctica parece que, más que cualquier otra cosa, el trending topic de esta cumbre ha sido la situación que atraviesa la UE.

Esta noche se celebra una cumbre informal de los jefes de Estado y de Gobierno de la Unión. Si bien no se espera que se lleguen a grandes acuerdos en los principales temas que hay ahora mismo sobre la mesa -eurobonos, pacto de estabilidad, intervención del BCE- esta reunión promete ser interesante por varios motivos. En primer lugar, es el estreno del nuevo presidente francés en Bruselas y, después de firmar una buena actuación en la cumbre de la OTAN -se mantuvo en su postura de retirar anticipadamente las tropas francesas de Afganistán y, aún así, Obama no se lo ha tomado muy mal-, habrá que ver qué tal lo hace jugando en casa. ¿Se convertirá Hollande en el rival que le dispute a Merkel el poder casi supremo que ha ostentado en Europa desde el inicio de la crisis? Esta pregunta me lleva a otra, si se rompe el eje Berlín-París, ¿tendrán voz el resto de los socios y la recuperarán las instituciones europeas? Pero la gran incertidumbre, el gran interrogante al que me gustaría -aunque lo dudo mucho- que esta cumbre informal diese respuesta es si Italia y España -sus respectivos gobiernos- van a ser capaces de vislumbrar la oportunidad que una posible desunión entre Francia y Alemania les ofrece. ¿Se mantendrán en la posición de pegarse cuchilladas o serán capaces de aliarse para aprovechar la situación y recuperar algo del peso perdido (si es que lo tuvieron)? La invitación, aunque tardía, de Monti a Rajoy a la llamada Cumbre del Crecimiento me hace albergar algunas esperanzas en ese sentido. Aunque, como ya he dicho en el caso de Egipto, habrá que tener un poco de paciencia y ver qué pasa.

miércoles, 16 de mayo de 2012

¿Torpedo a la línea de flotación de Europa?

Grecia se encuentra a un paso de abandonar la UE. Ése es el titular sintético de todo cuanto se ha dicho en los últimos días, y en especial hoy, sobre el país heleno. No se espera que la convocatoria de nuevas elecciones resuelva la situación, principalmente porque una cosa es lo que la UE quiere de Grecia, austeridad absoluta, y otra lo que quieren sus ciudadanos, el fin de los recortes impuestos. Y, ¿por qué esa exigencia de austeridad? Por salvar al euro.

El pasado 9 de mayo se celebró el día de Europa, que conmemora el gran discurso de Robert Schuman -pronunciado en 1950- en el que instaba a las naciones europeas a crear entre ellas una "solidaridad de hecho" que fuese la base que permitiese asegurar la paz en un continente devastado por la guerra. En 1951, con la CECA, se pone la primera piedra de un proceso de integración económica que irá aumentando tanto en profundidad como en extensión geográfica hasta llegar a su clímax en 1992 con el Tratado de Maastricht y su punto estrella: la creación de una unión monetaria. El proceso de integración europeo siempre ha sido un proceso de una única dirección y un caso como el de Grecia nunca fue previsto. En otras palabras, la integración en el euro no es un paso reversible y la única solución que los Tratados de la UE dan pasa por apearse del todo del proceso: salir de la Unión misma.

En tal caso, si finalmente Grecia se ve forzada a abandonar la Unión, ¿significaría que el proceso de integración ha fracasado? En parte no y en parte sí. La integración económica como tal no habría fracasado. Es cierto que el espacio único aduanero se vería recortado -en principio, habría que ver los términos en que se negociase la salida de Grecia-, pero todo lo demás seguiría funcionando: la libre circulación de bienes, capitales y personas. La interdependencia económica de los países europeos es demasiado grande y la Unión resistirá, pese a los inevitables temblores y terremotos que provocaría el derrumbe griego. No hay que perder de vista tampoco que la Unión Europea es mucho más que el euro, que no es más que uno de los muchos elementos que la forman. De hecho, la eurozona cuenta con notables ausencias, como Suecia, Dinamarca o el Reino Unido.

Lo que sí ha fracasado -y en mi opinión lo que actualmente está pasando en Grecia, Portugal, Italia, Irlanda y España es una consecuencia directa de ello- es el proceso que debió seguir a la integración económica: la integración política. Por fijarnos sólo en la punta del iceberg, baste traer a la memoria el estrepitoso batacazo de la mal llamada Constitución para Europa. Es cierto que en el campo de la integración política se ha avanzado algo, vía la cooperación intergubernamental, en algunos ámbitos como el de seguridad. Pero, en general,   los Estados miembros han mostrado una reticencia perenne a ceder competencias del núcleo de su soberanía; como, por ejemplo, la política fiscal, algo que necesariamente debió ir unida a la cesión de la política monetaria (al menos en el caso de los países pertenecientes al euro).

Quizás la salida de Grecia de la UE - Hollande y Merkel tras su primera reunión han hecho declaraciones en el sentido de que esperan que este hecho no llegue a producirse- pueda desembocar en la desaparición de la moneda única y en la necesidad de replantearnos, una vez más, qué Europa queremos. El problema es que a diferencia de en 1950, hoy no abundan ni los Monnet ni los Schuman.

miércoles, 9 de mayo de 2012

Balance

Aprovechando que esta semana no se ha producido ninguna nacionalización de última hora (Bankia es un asunto interno), intentaré retomar el tema del que quería escribir la última semana.

Ha pasado ya un año desde que una operación llevada a cabo por fuerzas especiales estadounidenses acabaran con la vida del que era el terrorista más buscado y más temido del mundo: Osama Bin Laden. ¿Ha cambiado algo en este año? 

En lo que se refiere a Al-Qaeda, es cierto que el número de atentados ha disminuido. No obstante, esto no quiere decir, ni mucho menos, que esté acabada. De hecho, hoy he leído que Estados Unidos ha logrado frustrar un intento de atentado en el que nuevamente pensaban implicar a un avión civil. Lo que cabe preguntarse es si esta aparente debilidad del grupo terrorista es o no consecuencia de la muerte de su líder. No cabe duda de que en algo ha debido afectar, como pasa con todo movimiento cuando desaparece el personaje carismático que lo alentaba. Sin embargo, la disminución de los ataques terroristas y de la capacidad de Al-Qaeda para actuar es algo que venía manifestándose desde antes de la muerte de Bin Laden y más que una consecuencia de ésta, es el fruto del aumento de la cooperación en materia anti terrorista entre los gobiernos y del mejor conocimiento por parte de las distintas fuerzas de seguridad del mundo de las formas de actuar, de reclutar y de financiarse de  los terroristas. También es preciso mencionar que la muerte de Bin Laden coincidió en el tiempo con el punto álgido de la llamada Primavera Árabe. Un voluntad de cambio y de libertad que dificultó la posibilidad de que el extremismo pudiera intentar vengar a su líder; entre otras cosas, porque los mismos islamistas radicales estaban intentando no perder el tren del cambio -y de la legitimidad- en sus propios países.

En cuanto a Afganistán y a Irak, la desaparición Osama no ha supuesto demasiado, ¿o sí? Estados Unidos retiró sus tropas de Irak en diciembre de 2011. La salida de la OTAN de Afganistán está prevista para 2014. ¿Responde este repliegue a una mejora en las condiciones de seguridad, gobernabilidad y, si me apuran, de democracia en ambos países? ¿Lo ha propiciado la muerte de Bin-Laden? A la luz de las noticias, no parece que esto sea así. Al-Qaeda sigue teniendo una importante presencia en ambos países y una buena base propagandística. Quizás las retiradas, tanto de Irak como la futura de Afganistán, están más relacionadas con el recrudecimiento de la crisis económica mundial que con la derrota del terrorismo. Porque eso sí que ha cambiado durante este año. El número de noticias referentes a la crisis multiplica a las relacionadas con la lucha global contra el terrorismo y la preocupación por la situación económica ha desplazado, al menos en este plano, a la preocupación por la seguridad.

Tengo que reconocer que me preocupa bastante el tema tanto de Irak como de Afganistán. Entrar en conflictos de esta magnitud -en el caso de Irak supuso quitar del juego a un actor regional muy importante, ya hablaré algún día de ello- sin un adecuado plan para gestionar la posguerra y la reconstrucción del país puede tener serias consecuencias. La más inmediata, la guerra civil entre las distintas facciones que quieran ocupar el vacío de poder producido por la retirada de las tropas internacionales. Las menos inmediatas, son imprevisibles, como muy bien se refleja en la película (aviso spoiler) Charlie Wilson's War, en la que se cuenta la historia de cómo este congresista consiguió los fondos necesarios para armar a los muyahidines afganos y derrotar a la URSS y cómo no logró conseguir esos mismos fondos para construir escuelas en Afganistán una vez terminado el conflicto con los soviéticos. De este abandono a su suerte surgió el caldo de cultivo para que casi una década después unos terroristas entrenados en suelo afgano cometieran los atentados del 11-S. 

En conclusión, a un año de la muerte de Bin Laden, los retos para la seguridad mundial no han cambiado en exceso y siguen pasando por dar una verdadera solución a los conflictos de Irak y de Afganistán, así como en no permitir que la crisis económica nos distraiga de lo que está pasando en sitios como Malí, Somalía, Yemen o Siria.

miércoles, 2 de mayo de 2012

Tu quoque fili mi

Hace ya un año que empezó la intermitente vida de este blog,  al hilo de la noticia de la muerte de Bin-Laden. Hoy quería dedicar el post a analizar si algo ha cambiado desde entonces y también quería dedicarle algo de atención a un tema que me gusta mucho: la reconstrucción post-conflicto.  Sin embargo, la noticia de un nuevo envite contra los intereses españoles en Latinoamérica, ahora en Bolivia, me obliga a cambiar mis planes y a tener que dejar los citados temas para la próxima semana.

Ya comenté en las entradas dedicadas al tema de YPF y Argentina que España está proyectando una imagen de debilidad manifiesta y que dicha imagen está poniendo en peligro los intereses españoles (y no me refiero sólo a los empresariales). Quizás, la respuesta del gobierno español, y de la Comisión europea, a la expropiación de YPF no ha sido lo suficientemente contundente  y los apoyos recibidos quizás no han tenido el peso deseado.

Desde el Gobierno español dicen que esta expropiación no puede compararse a la efectuada por Argentina (supongo que esta afirmación está motivada por el hecho de que Evo Morales, al menos, sí ha anunciado que compensará a Red Eléctrica Española), sin embargo, no es posible no ver algunas similitudes. Lo que sí ha sido distinta ha sido la reacción española y cabe preguntarse ¿por qué?

Es posible que una de las razones haya sido la sorpresa. No se trata, como en el caso de YPF, de un tira y afloja con amenazas por una y otra parte. En este caso, el gobierno de Bolivia simplemente ha promulgado un decreto expropiando la compañía a la par que ha ofrecido garantías tanto al ministro español de Industria como al de Exteriores de que habrá una justa compensación. Una maniobra rápida y sin aspavientos que no ha dejado mucho margen de maniobra al ejecutivo español

Pero, seguramente, otro de los motivos es que una nueva protesta airada por parte española no habría sido lo mejor para nuestros intereses. Habría sido la viva imagen de la impotencia. En este caso se trata, como en el ajedrez, de asumir la pérdida de una pieza de tal forma que se pueda obtener una ventaja. Si esta expropiación se gestiona adecuadamente y se obtiene una compensación justa, este caso quizás pueda servir para apoyar las pretensiones de España frente a Argentina.

En cualquier caso esta nueva expropiación, como ya he dicho, vuelve a poner en evidencia la imagen de debilidad que está transmitiendo España y su pérdida de influencia en la esfera internacional. Esta es un rumbo peligroso que, espero, podamos enderezar a tiempo.

También espero, por el bien de Latinoamérica, que esta fiebre nacionalizadora no se contagie. No es la mejor imagen que ofrecer a una inversión extranjera tan necesaria como asustadiza.

miércoles, 25 de abril de 2012

No llores por mí... (II)

Ya ha pasado una semana y parece que las aguas sobre este asunto comienzan a calmarse, al menos, en lo que a la repercusión mediática se refiere. Sin embargo, este contencioso dista mucho de estar aún resuelto.

Si bien es cierto que el tono del discurso español se ha suavizado un poco, el gobierno argentino se mantiene en su posición y niega que vaya a compensar a Repsol por  la expropiación.

Como dije en la última entrada, hoy me gustaría hacer referencia a los riesgos que ha asumido el gobierno de Kirchner al obrar así.

En primer lugar, el más inmediato, el jurídico. Si finalmente se determina que, por la parte argentina, ha habido incumplimiento  del APPRI  firmado con España, Argentina habrá incurrido en responsabilidad internacional y tendrá que compensar a España. Pero también, con este posible incumplimiento, el gobierno argentino está atentando contra la seguridad jurídica, elemento clave para que las grandes empresas internacionales se planteen realizar inversiones de envergadura y a largo plazo en el país.

En segundo lugar, Argentina se enfrenta a las posibles represalias no sólo de España, sino de Europa, tal y    como ha anunciado hoy el comisario europeo de Comercio vaticinando que Argentina sufrirá durante mucho tiempo las consecuencias de la expropiación. No en vano, la misma UE se juega mucho en este tema, al igual que España.

Por último, y no menos importante, Argentina ha dado un paso en falso en su pugna con Brasil por el liderato regional. Sirva como ejemplo la propuesta de España a la UE de dejar de negociar un acuerdo de asociación con Mercosur (Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay) y hacerlo, en cambio, país por país excluyendo a Argentina. habrá que ver cómo se comporta Brasil, pero ahora mismo el gobierno argentino le ha brindado una oportunidad de oro de destacarse, aún más, en la carrera por el liderazgo en Sudamérica.

¿Y por qué ha asumido Argentina todos estos riesgos? De las motivaciones populistas ya hablé en la anterior entrada, así que no lo repetiré. Hoy voy a centrarme en la razón puramente económica, y de oportunidad, que hay detrás de esta operación. Quizás muchos no lo sepan, pero Repsol estaba en negociaciones con la petrolera china Sinopec para la venta de YPF. Antes de que la operación pudiese concretarse, Argentina ha nacionalizado YPF. ¿Se hubiera atrevido a hacerlo si la empresa hubiera estado ya bajo control chino? Sinceramente, no lo creo. El gobierno argentino ha nacionalizado la filial de Repsol con la vista puesta en el interés chino por los recursos petroleros del país, sobre todo después de que se anunciase el potencial del yacimiento de Vaca Muerta, estimado en unos 927 millones de barriles de petróleo.

Por ahora Sinopec ha anunciado que seguirá las negociaciones para la venta de YPF con Repsol, lo cual es una buena noticia, pues supone un reconocimiento implícito por parte de China (recordemos que Sinopec es una empresa estatal) a las pretensiones españolas en este caso. Veremos cómo se desarrolla esto y qué sucede en el futuro.