martes, 31 de mayo de 2011

Vallas al campo

¡Hola a todos! Regreso y lo hago con una entrada que tenía que haber publicado la semana pasada, pero que por diversos motivos al final no lo hice. El tema del que quiero hablar, internet,  ya lo toqué en el post que titulé Vox Populi y la razón para que vuelva a él reside en la especial atención que se le ha dedicado a la red durante la última reunión del G-8 en Francia.

La pasada semana, previamente a la reunión del G-8 y bajo el auspicio de Sarkozy, se reunieron en Francia algunos de los grandes gurús de internet -entre ellos el creador de Facebook- en un nuevo foro llamado eG8,  con la intención de debatir acerca de la posibilidad y la necesidad de introducir controles en la red de redes. Los resultados de estas deliberaciones fueron posteriormente presentados al G-8, que por primera vez en su historia tenía a internet en su agenda. Y es que el gran desarrollo de las tecnologías y la aparición de las redes sociales están creando nuevas dinámicas de interacción entre la gente, nuevas formas de relacionarse que van más allá de las fronteras y de los controles de los Estados. Y estos cambios sociales se están produciendo a una velocidad tan vertiginosa que a los distintos gobiernos del mundo no les da apenas tiempo de adaptarse.

Los principales motivos que esgrimen los dirigentes del G-8 (y en general todos los dirigentes del mundo estén o no en tan selecto grupo)  para querer entrar a regular el ciberespacio siguen siendo la defensa de la propiedad intelectual, la protección de la privacidad y de la intimidad y la lucha contra delitos como la pederastia o las redes terroristas que usan la red para comunicarse y coordinar sus acciones. Si bien esto es cierto, no lo es menos la preocupación que existe entre estos mismos dirigentes por que internet pueda llegar a convertirse en un universo paralelo en el que ellos ya no tengan cabida. El presidente francés manifestó de un modo muy claro esta preocupación cuando dijo en la apertura de la reunión del eG8 que "los gobiernos son los únicos representantes legítimos de la voluntad general". No quiero ahora entrar a rebatirle al señor Sarkozy que tal prerrogativa es atribuible, en todo caso, a los parlamentos nacionales y no a los gobiernos. Lo que sí haré es señalar cómo los recientes acontecimientos fraguados en las brasas de las redes sociales están poniendo a prueba la resistencia de los cimientos de nuestras sociedades (y no sólo en el plano político e institucional, también en el económico e industrial, e, incluso, en el social y personal). Las recientes revueltas en el mundo árabe y, en especial, la movilización social ocurrida en España, que ya se ha extendido a otros países europeos, han puesto de manifiesto la pregunta que se esconde tras la afirmación del presidente galo: ¿qué ocurre cuando el pueblo ya no se siente identificado con sus representantes legítimos y encuentra una forma no institucionalizada de mostrar su desacuerdo y desencanto? ¿Cómo se ha de reaccionar cuando públicamente se le ha retirado la legitimidad democrática al sistema? En este sentido, Internet ha sido como una gran pedrada en la ventana de la torre de marfil y no es de extrañar que ahora se sienta la urgencia por regular su uso y por tratar de definir qué papel han de jugar las instituciones  y los poderes de siempre en este nuevo escenario en el que, al menos por ahora, los individuos tienen voz y se hacen oír.

En conclusión, internet, sobre todo desde la aparición de las redes sociales, se ha convertido en una herramienta de transformación social muy poderosa. Quizás pueda llegar a contribuir a la creación de un nuevo modelo de democracia más directa o, al menos, a que las sociedades tengan un mayor control sobre sus dirigentes. Pero internet también tiene su lado oscuro, puesto que el hecho de que exista una mayor cantidad de información disponible no quiere decir que la gente esté mejor informada y, en este sentido, la ausencia de filtros en la red, el anonimato y la falta de contraste en las informaciones pueden dar alas a quienes quieran hacer un uso de la red con fines manipuladores.

viernes, 20 de mayo de 2011

El discurso del Presidente

Como adelanté en la entrada del martes, ayer Barack Obama desgranó en un extenso discurso cuáles van a ser los nuevos principios rectores de la política estadounidense en relación con Oriente Medio y el norte de África. Después de los recientes acontecimientos en estas zonas, la verdad es que se trataba de un discurso muy esperado . En él habló del apoyo a los movimientos democráticos en la región, de la necesidad del cambio, y de la obligación de poner fin al conflicto árabe-israelí. En cuanto a contenidos lo cierto es que no hubo demasiadas sorpresas. Así pues, ¿qué ha tenido de novedoso este discurso? En mi humilde opinión, dos han sido las novedades introducidas:

La primera la podemos encontrar  en la aproximación o el enfoque dado al tema del apoyo a los movimientos surgidos en el mundo árabe exigiendo reformas democráticas en sus países. Parece que Obama ha visto en ellos una buena oportunidad para lavar la imagen de EE. UU. y recuperar la credibilidad como Estado promotor y defensor de la democracia en el mundo. Y lo ha hecho en primer lugar afirmando que los intereses americanos no son hostiles a las esperanzas de los pueblos, o lo que es lo mismo, afirmando que no van a apoyar figuras dictatoriales aunque éstas estén a favor de los intereses políticos y estratégicos estadounidenses. En segundo lugar, reconociendo errores como Irak y afirmando que la democracia no puede venir impuesta desde fuera por la fuerza (¿estará intentando justificar de esta manera que no haya una intervención terrestre en Libia?). En tercer lugar, dando serios toques de atención a los regímenes de Yemen y de Bahrein (a pesar de que este último es la sede de la 5ª Flota norteamericana).   Y en cuarto lugar, bajando del plano de las buenas intenciones al de los hechos, anunciando una batería de ayudas financieras y de apoyo a la inversión y creación de empresas y riqueza tanto para Túnez como para Egipto.

Sin embargo, estas buenas intenciones parten ya con un déficit de credibilidad. En ningún momento Obama ha nombrado a Arabia Saudí (a no ser que tomemos las declaraciones hechas a favor del reconocimiento de la plena igualdad de derechos de la mujer como una referencia indirecta al reino saudita). Asimismo, dentro de los toques de atención dados a los regímenes de la zona, se encuentra un curioso ultimátum a Bashar al Assad, el presidente sirio, al que le ha dicho que debe escoger entre liderar la transición democrática o quitarse de en medio. No entiendo que todavía le dé una oportunidad a alguien que ya a tomado una opción clara: reprimir a su población con tanques y tiros.

La segunda novedad del discurso de Obama la encontramos en la referencia al conflicto árabe-israelí. El presidente norteamericano le ha dicho claramente a su amigo y aliado que el statu quo existente es insostenible, que es necesario iniciar (una vez más) un proceso de negociación que culmine en la creación de dos Estados y que las bases para iniciar ese diálogo han de ser, por un lado, el reconocimiento de unas fronteras que permitan la creación de un Estado palestino viable y, por otro, garantizar la seguridad de Israel. Hasta aquí nada que no hayamos oído ya. La novedad radica en que, por primera vez, EE. UU. le está diciendo a Israel que la base para negociar es su vuelta a las fronteras de 1967, lo que implica su retirada de gran parte de los territorios ahora ocupados. Obviamente, esta posición, que ya ha sido apoyada desde Europa por Francia, Alemania y Polonia, no ha sentado demasiado bien al ejecutivo hebreo que ha contestado rápidamente que las fronteras de 1967 son indefendibles. Pero no todo han sido jarros de agua fría para Israel, también ha habido para la Autoridad Nacional Palestina y es que Obama ha criticado las intenciones de su presidente, Abu Mazen, de acudir en septiembre a la ONU para tratar de proclamar de manera unilateral la creación del Estado palestino. También ha criticado el acercamiento de Al-Fatah (la organización de Abu Mazen) a Hamas, dado que estos últimos se niegan a reconocer el derecho de Israel a existir, lo cual es un obvio inconveniente para poder entablar unas negociaciones en las que uno de los puntos clave es la seguridad del Estado judío.

La presión o no que ejerza a partir de ahora la Administración estadounidense para poner, por fin, un final al conflicto entre palestinos e israelíes será un buen termómetro con el que medir la autenticidad del compromiso declarado con la democratización, la paz y la estabilidad en la zona. De momento, parece que existe la voluntad de hacer las cosas una manera distinta. Ya veremos en qué se queda.

jueves, 19 de mayo de 2011

De Madrid ¿al cielo?

Aunque en este blog no pensaba hablar de política doméstica, dada la repercusión internacional que está teniendo la protesta escenificada por Democracia Real Ya, hoy le voy a dedicar este post.

No hace falta que explique que miles de personas han tomado las calles de las principales ciudades de este país en una muestra de hastío hacia la clase política y dirigente española sin precedentes. De nuevo,  gracias a Internet y a las redes sociales se ha gestado un movimiento de protesta difícil de parar. Todos los medios nacionales se han hecho eco de estas movilizaciones (sobre todo de la toma de la Puerta del Sol) que han logrado desviar la atención sobre las elecciones municipales y autonómicas del próximo domingo. Todos ellos, con más o meno acierto, se han preguntado acerca de quiénes componen este movimiento, de qué es lo que piden y de si hay alguna mano negra  o figura en la sombra que lo está orquestando. Lo mismo pasa con los partidos políticos que se han vistos sorprendidos por una reacción popular inesperada. Pero, ¿era realmente inesperada? No, en absoluto. De hecho, que haya cogido desprevenidos tanto a los partidos como a los medios de comunicación muestra la desconexión existente entre estos y la realidad cotidiana de este país , ya que  el movimiento Democracia Real Ya no se ha creado de la noche a la mañana. Hace ya varios meses que el enfado, la rabia, el descontento y, sobre todo, el cansancio de la población (especialmente de los jóvenes) se viene poniendo de manifiesto en Internet, a través de e-mails, de mensajes en Facebook y Tuenti, en foros… Cualquiera que hubiera estado mínimamente atento habría podido ver todas estas señales y habría podido predecir lo que se avecinaba. Aunque también es cierto que dada la tradicional apatía de los españoles en todo lo referente a la política, lo que no se podía esperar es que en su primera convocatoria lograran movilizar a tanta gente.

En efecto, una de las primeras cosas que remarcan diarios internacionales como Le Figaro es la cantidad de personas salidas a la calle, según este periódico, contra las altas cifras de desempleo. Y es que si nuestros propios medios no terminan de aclararse en cuanto a las reivindicaciones de los manifestantes, menos aún lo hacen los medios internacionales. Para los medios franceses la protesta está claramente influenciada por la gran cantidad de parados en España y la ven como un anticipo del coste electoral que para el PSOE van a tener los recortes y reformas que el Gobierno se ha visto obligado a hacer para tranquilizar a los mercados, a la Unión Europea y al FMI. Los medios anglosajones, en especial los yanquis, hablan de ella como la  "Revolución española", el siguiente capítulo de las revoluciones del mundo árabe y casi como una señal de que las protestas juveniles iniciadas en Túnez y Egipto pronto se extenderán también por Europa, aunque en este caso motivadas por la crisis económica. De todos los periódicos que he leído, el que quizás tenga una idea más cercana a lo que de verdad está sucediendo es el Corriere de la Sera, el único que pone el acento en el cansancio de la gente ante una clase política por la que no se siente representada, ¿será porque en Italia también saben mucho de políticos corruptos, ególatras y que ignoran al pueblo?

A pesar de las diferencias en la aproximación a la noticia, todos estos medios internacionales tienen algo en común. De un modo u otro, de todos se desprende la idea de que lo que está sucediendo en España es algo pasajero, casi anecdótico, motivado por la cercanía de las elecciones y que se diluirá cuando pasen éstas. En ninguno de los diarios europeos se muestra preocupación alguna ante la posibilidad de que cunda el ejemplo y las protestas se reproduzcan también en sus países. ¿Estarán en lo cierto? ¿Perderá fuerza la protesta tras las elecciones? Lo estén o no, lo que sí es cierto es que algo ha cambiado y espero que para siempre. Por fin parece que la gente se interesa por la política, porque nos guste o no, en un Estado democrático la política nos afecta a todos siempre e ignorarla (que es lo que se ha estado haciendo hasta ahora) no es la mejor forma de conseguir que cambie. De hecho, la verdadera pregunta que hay que hacerse es si los manifestantes y quienes los convocan tendrán el valor necesario y estarán dispuestos a dar el siguiente paso: convertirse en políticos, en la clase de políticos que quieren que exista, ya que es la única forma realista de conseguir el cambio que buscan.

Ya para terminar, una reflexión que me ronda por la cabeza: ahora que Obama va a anunciar una especie de nuevo Plan Marshall para apoyar a los movimientos que en pro de cambios democráticos se están produciendo en el norte de África y Oriente Medio y dado que el Washington Post y el New York Times asocian la protesta de la Puerta del Sol con las de la plaza Tahrir del Cairo, ¿lo tendrá en consideración para que vengan algunos de esos dólares a España? Aunque la respuesta es que obviamente no, siempre podremos rodar Bienvenido Mr. Marshall 2.

martes, 17 de mayo de 2011

La historia interminable

1948 fue el año del nacimiento de uno de los conflictos más prolongados y con menos visos de solución de la Historia reciente. En ese año la ONU decidía la partición del Mandato Británico de Palestina en dos estados, uno hebreo y otro árabe. Un día antes de que el mandato expirase, Israel proclamó unilateralmente su independencia, provocando la primera guerra entre la coalición de los estados árabes vecinos e Israel. La dinámica de la Guerra Fría supuso la continuación de las guerras entre los estados árabes -armados por la Unión Soviética- e Israel - que siempre ha contado con el apoyo de EE. UU.- Estas guerras tuvieron como consecuencia la ampliación de las fronteras de Israel más allá de las que le reconocía la resolución de Naciones Unidas y una gran leada de refugiados palestinos (y de desplazados internos) que se asentaron en los países árabes vecinos y que comenzaron a diseñar la resistencia ante la ocupación judía, un movimiento de liberación nacional que fue el germen de lo que hoy es la Autoridad Nacional Palestina (ANP).

Cuando la Guerra Fría llegó a su fin, llegaron los Acuerdos Camp Davis, la paz entre Israel y Egipto (que recuperaba la península del Sinaí a la par que reconocía la existencia del estado judío), los premios Nobel y la famosa Hoja de Ruta y se comenzó a hablar de la creación de un estado palestino. La paz en la región parecía, al fin, posible.  Pero no fue más que otro espejismo de los felices años noventa. Así, a comienzos de la primera década de este siglo XXI, Israel, bajo el amparo de la guerra global contra el terrorismo proclamada desde EE.UU. por la Administración Bush, atacó hasta su práctica destrucción a la Autoridad Nacional Palestina y, no mucho tiempo después, comenzó la construcción del tristemente famoso Muro de Cisjordania. Como consecuecncia de estos ataques israelíes la organización palestina Hamas -incluida dentro de las listas de organizaciones terroristas- salió tan reforzada que en 2006 ganó las elecciones generales palestinas, victoria que provocó un aumento de la tensión entre Hamas y la otra facción palestina, Al-Fatah, hasta provocar un enfrentamiento entre ambas que se puede considerar una auténtica guerra civil palestina que desembocó en la división en dos de la ANP, quedando la Franja de Gaza bajo control de Hamas y Cisjordania bajo control de Al-Fatah.

Tras este breve, brevísimo repaso de los último sesenta y tres años del conflicto árabe-israelí, llegamos al enésimo capítulo de esta historia: las dos noticias que han llegado esta semana desde la región. La primera, la reconciliación entre las dos facciones palestinas que han anunciado la creación de un gobierno de unidad. La segunda, los graves enfrentamientos producidos en la frontera de Israel con Siria y el Líbano entre soldados israelíes y manifestantes palestinos que intentaban cruzar la frontera en la conmemoración de la Nakba -"Catástrofe", en referencia a la creación de Israel-.

Y ahora, la pregunta obligada: ¿tendrá esta historia un final? En principio parece difícil. Por un lado porque Israel no va a aceptar volver a las fronteras de 1948, entre otras cosas porque ahora controla los acuíferos más importantes de la región. Por otro lado, porque mientras algunas facciones árabes sigan poniendo sobre la mesa la exigencia de la aniquilación de Israel, rebajar la tensión no va a ser posible. Y es que estos son dos puntos básicos para poder alcanzar la paz. Israel debe dejar de construir colonias en los territorios ocupados y retirarse de ellos, pero para que lo haga es fundamental que los estados árabes, incluido un futuro estado palestino, reconozcan el derecho de Israel a existir y garanticen su seguridad. Pero, aunque a primera vista, pueda parecer que las posturas de ambos bandos son irreconciliables y que el conflicto no tendrá nunca una solución, los recientes acontecimientos ocurridos en el mundo árabe desde enero pueden hacer que la situación cambie. ¿Cómo? O mejor dicho, ¿por qué? Pues porque puede que una de las bases que legitiman el apoyo casi incondicional de EE. UU. a Israel comience a tambalearse. Hasta ahora Israel era (y lo sigue siendo) la única democracia real en Oriente Medio, lo que le garantizaba el apoyo americano -obviamente, a parte de la presión del lobby judío en EE. UU.-. Sin embargo, si el proceso de transición iniciado en Egipto desemboca en la creación de un verdadero Estado democrático, las cosas podrían cambiar. Claro que esto no es más que una especulación, como también lo es pensar que quizás los jóvenes palestinos hayan aprendido algo de las revoluciones ocurridas en Egipto y en Túnez, en donde las protestas pacíficas lograron cambiar el statu quo imperante. De hecho puede que algo hayan aprendido, pues ha sido su presión la que ha posibilitado la reconciliación entre Hamas y Al-Fatah.

Se espera que Obama pronuncie un discurso sobre Oriente Medio este jueves y que en él se comprometa a dar apoyo a quienes están pidiendo cambios democráticos en la región. Por su parte, la Autoridad Nacional Palestina está preparando la proclamación del Estado palestino en octubre. ¿Estaremos ante el último capítulo de esta historia interminable o será tan sólo uno más? Yo, personalmente, quiero creer que el cambio en la región es una realidad que se irá materializando poco a poco en los próximos años. Habrá que estar atentos.

jueves, 12 de mayo de 2011

Quo vadis, Europa?

Retomando el hilo de las últimas reflexiones del post de ayer y ante el anuncio de Dinamarca de restablecer sus fronteras con Francia y Alemania, argumentando la lucha contra el aumento de la criminalidad, creo que es hora de preguntarse hacia dónde se está dirigiendo la Unión Europea.

En mi opinión, el proceso de construcción europeo afronta a día de hoy varios y difíciles retos. En primer lugar y como comentaba ayer, la crisis de los inmigrantes tunecinos ha provocado la apertura de un tenso debate en torno al espacio Schengen. Francia e Italia, con el apoyo de Alemania y de España -nosotros siempre dando el visto bueno a todo lo que salga de París- han puesto contra las cuerdas a la Comisión Europea en este asunto.  Precisamente, hoy se reúnen los Ministros del Interior de los 27 para debatir la propuesta hecha por Bruselas  de facilitar la reintroducción temporal de los controles fronterizos intracomunitarios. Aunque todos están de acuerdo en declarar que la finalidad de todo esto es fijar unas normas claras  que delimiten las circunstancias en que estos controles puedan ser restablecidos, no lo están tanto en lo referente a cuáles deben ser tales circunstancias y quién debe ser el encargado de apreciar si se dan o no. La Comisión, quizás tratando de salvar los muebles, defiende que dicho control ha de ejercerlo la UE, mientras que Francia defiende la tesis de que la gestión de las fronteras ha de ser una competencia nacional o, en otras palabras, que debe ser cada gobierno nacional el encargado de valorar si se dan o no las circunstancias para el restablecimiento de las fronteras.

En cualquier caso, la simple apertura de este debate ha supuesto una brecha en la unidad europea que los partidos de ultraderecha que han proliferado por toda Europa -segunda dificultad a la que se enfrenta la construcción europea-, no tardarán en aprovechar, tal y como lo ha demostrado el anuncio del ejecutivo danés, basado en una iniciativa de sus socios, el Partido del Pueblo Danés, de extrema derecha.

El último reto, y no por ello menos importante, está en la desconexión de facto entre la ciudadanía y las instituciones europeas. El ciudadano de a pie ve la Unión Europea como algo totalmente lejano a él, algo que sólo sirve para que los políticos denostados en sus países de origen tengan algo en lo que entretenerse. Y es esta lejanía y esta percepción lo que está facilitando el calado de los discursos populistas entre la gente, porque, siendo totalmente sinceros, ¿qué subyace tras este ímpetu por recobrar el control de las fronteras? Pues ni más ni menos que la crisis económica actual y el mensaje manido de que la inmigración roba puestos de trabajo y es un foco de delincuencia. De hecho este debate en torno a Schengen, que esconde en sí uno más profundo sobre la misma unidad de Europa (veremos si no sale a la palestra en caso de que sean necesarios más rescates financieros), me recuerda -salvando las distancias- a las actitudes proteccionistas que se tomaron en la mayor parte de los países europeos durante la crisis que siguió al Crack del 29.

En conclusión, la UE parece estar tomando una senda preocupante que la aleja del ideal último de la integración política, quizás acercándola a un fin muy distinto. Y todo esto ante una ciudadanía ajena, inconsciente de los escasos beneficios que le podría reportar la pérdida de todo lo conseguido hasta ahora en el proceso de construcción europea.

miércoles, 11 de mayo de 2011

La inmigración como arma

Hoy la prensa se ha hecho eco de las declaraciones de algunos de los inmigrantes que últimamente han llegado a la isla italiana de Lampedusa procedentes de las costas de Trípoli.  Presuntamente, el régimen libio los obligó a embarcar a punta de pistola.

Gadafi había amenazado a Europa con invadirla de inmigrantes subsaharianos si la UE intervenía en el conflicto libio y, al parecer, está cumpliendo su amenaza, pero ¿es ésta realmente grave? En otras circunstancias y en otro tiempo hubiera contestado que no, casi sin dudarlo. Obviando la tragedia humana en sí de quienes se ven obligados a emigrar bien por causas económicas o huyendo de un conflicto, la llegada de unos miles de inmigrantes no había sido hasta ahora algo que hubiera hecho temblar a toda Europa. Baste recordad las oleadas de inmigrantes subsaharianos que llegaron a las costas de las Islas Canarias hace unos pocos años. Cierto es que para España sí supuso un problema, una crisis que hubo que gestionar a varios niveles, desde dar atención a los llegados como llegar a acuerdos con países como Senegal para reforzar la cooperación en la lucha contra la inmigración ilegal. Pero para el resto de países europeos la crisis de los inmigrantes en España quedó en eso, en una preocupación local sin consecuencias para el resto de Europa.

Sin embargo, la gestión que Italia realizó ante la llegada de 20000 tunecinos a la isla de Lampedusa hace unos meses sí ha tenido repercusiones en el resto de la UE, hasta el punto de que si Gadafi cumple su amenaza de enviar oleadas de inmigrantes hacia Europa, haciendo pues de la inmigración un verdadero arma contra la UE, dicha acción pueda tener consecuencias devastadoras , como intentaré explicar a continuación.

La respuesta de Italia a la llegada de los 20000 tunecinos -una respuesta tardía al problema y en la que alguno podría ver hasta mala fe- está en consonancia con la política errática y de parcheado que en materia de inmigración ha venido manteniendo en los últimos años. Tras descartar en un primer momento la ayuda que la Agencia Europea de Fronteras (FRONTEX) le brindó, después se retractó y la solicitó. Solicitó también al resto de los socios de la UE que se repartieran la carga que suponían esos veinte mil tunecinos e intentó que se activasen todos los mecanismos previstos por la Unión para casos de afluencia masiva de inmigrantes - la Directiva de Permisos Temporales, creada a raíz de la guerra de Kosovo-. Ante el fracaso de tales intentos, el gobierno de Berlusconi decidió otorgar a los tunecinos llegados a Lampedusa un permiso de residencia temporal, haciendo que países como Francia o Alemania pusieran el grito en el cielo. ¿Por qué? Porque gracias al espacio Schengen y a la supresión de las fronteras interiores en la UE, Berlusconi al otorgar dichos permisos temporales de residencia acababa de dar a los 20000 tunecinos carta blanca para que pudiesen entrar en Francia -debido a la existencia de redes de amigos y familiares previamente instalados en este país-. Ante tal maniobra a Sarkozi no le quedó más remedio impedir la llegada a Francia de trenes desde Italia y pedir a la Comisión Europea que el espacio Schengen pueda quedar temporalmente en suspenso, volviendo a las fronteras interiores.

Algunos se preguntaran: ¿y es esto tan grave? ¿Son esas las consecuencias devastadoras que podrían tener las oleadas de inmigrantes enviadas por Gadafi? Pues sí. Desde que se creó en 1985, el espacio Schengen, la supresión de las fronteras interiores de la UE  y con algunos países no UE, como Suiza, ha sido clave en la construcción de lo que hoy entendemos como Europa. La libre circulación ha sido, como ha dicho la Comisaria de Interior Malmström, una de las mayores conquistas en la historia de la construcción europea. Sin embargo, esa conquista está ahora en peligro. La Comisión ha cedido a las presiones de Francia y de Italia -que no sólo se ha contentado con crear el problema, sino que además echa más leña al fuego- y ha aceptado que los países puedan suspender Shengen temporalmente. Si esto lo ha provocado la llegada de sólo 20000 inmigrantes, ¿qué pasará cuando esa cifra sea mayor? Pues es fácil de predecir: en una época de crisis económica como en la que estamos, esto va a dar alas a los partidos de ultraderecha que están proliferando en todos los países europeos y a los grupos antieuropeístas. Si se cierra el espacio único, si vuelven las fronteras interiores, ¿para qué una Unión Europea?

martes, 10 de mayo de 2011

Vox populi

En la última entrada de la semana pasada omití deliberadamente toda referencia al papel que han jugado las redes sociales en la llamada "Primavera árabe" para poder dedicarle un post en exclusiva y es que quizás estemos ante uno de los cambios más trascendentales en la Historia de las relaciones internacionales.

Tradicionalmente, el individuo ha tenido un papel anecdótico en las cuestiones internacionales. El Estado ha sido siempre el principal actor en este escenario y sólo muy recientemente el individuo ha comenzado a aparecer,  casi siempre relegado a un segundo plano y de forma muy limitada. Sin embargo, la irrupción de las nuevas tecnologías y, en especial de Internet, ha cambiado radicalmente este panorama. Ahora la persona física, el ciudadano de a pie, está llamando a las puertas de los Estados reclamando un papel más principal y activo no sólo en las relaciones internacionales, sino en todos los ámbitos de la vida pública.

Desde los primeros años de desarrollo de las nuevas formas de comunicación se ha hablado de términos como globalización o gobernanza global, pero en ellos estaban excluidos los individuos, ya que el acento siempre se ponía en lo cada vez más interconectadas que estaban la distintas economías mundiales y en lo cada vez más interdependientes que eran las unas de las otras, lo cual exigía de los distintos gobiernos que tomasen medidas conjuntas que favoreciesen los intercambios comerciales. No obstante, poco a poco y al amparo de la liberalización necesaria para esta expansión comercial, el individuo ha ido colándose en el proceso globalizador.

Internet por sí solo ha sido una gran revolución. Ha permitido que las ideas traspasen fronteras con relativa facilidad (aunque no siempre ha podido superar las trabas de la censura y del idioma) y ha permitido acceder a noticias de todo el mundo, quizás amplificando el "efecto CNN" -al confundir en ocasiones inmediatez con veracidad-. Sin embargo, el verdadero revulsivo ha sido la aparición de las redes sociales, tal y como se ha puesto de manifiesto en la Primavera árabe. Las redes sociales, aparecidas  hace unos pocos años, han conseguido que, por fin, las voces de los individuos se hagan escuchar. Han favorecido el contacto entre aquellos que comparten las mismas ideas, a la vez que han servido de canal de comunicación de las mismas, permitiendo organizar en pocos días una oposición y una revolución que anteriormente hubieran costado años y cientos de presos y escarmientos por parte de las autoridades. La principal virtud de las redes sociales es que verdaderamente son globales y, debido a su instantaneidad son muy difíciles de censurar o de ser manipuladas por los gobiernos. Es más, pueden llegar a jugar el  papel de contrapeso necesario al efecto CNN, al permitir que las informaciones dadas a tiempo real puedan ser contrastadas también en tiempo real. Ahora  la gente se informa a través de Facebook o de Twitter, por lo que un hecho o un acontecimiento ya no depende únicamente de captar la fugaz atención de la prensa internacional para llegar a todo el mundo y que todo el mundo se haga eco de él y exprese su preocupación o exija de sus gobiernos medidas concretas para remediarlo.

Creo que estamos asistiendo a las primeras etapas de un gran cambio. Las redes sociales pueden llegar a convertirse en la herramienta que haga realidad la conquista de los derechos civiles en todo el mundo y que permita a los ciudadanos ejercer presión sobre las políticas de sus gobiernos tanto a nivel doméstico como internacional. Quizás, aunque esto ya lo veo más utópico, las redes sociales creen un nuevo tipo de ciudadanía más y mejor informada, más crítica y, sobre todo, más exigente. Pero, como he dicho, tan sólo estamos al principio y habrá que ver cómo evoluciona.

jueves, 5 de mayo de 2011

La cuestión de Siria

Aunque la oleada informativa de la última semana nos pueda hacer pensar lo contrario, antes de la muerte de Osama había otras noticias que preocupaban al mundo, como la llamada "Primavera árabe", y las últimas noticias sobre este tema procedían de Siria. Hoy, buscando material para escribir este post, tan sólo he encontrado una noticia sobre Siria perdida en un mar de titulares entre los que destacaba la negativa de Obama de presentar las fotos del cadáver de Bin Laden. Dicha noticia hace referencia a la retirada del ejército de la ciudad de Deraa, aunque se mantiene la represión de los manifestantes.

El fin de semana pasado, hablando con mi gran amigo Germán sobre el tema, él me preguntaba que cuál era la diferencia entre lo que estaba pasando en Siria y lo que está pasando en Libia. ¿Por qué sí se había intervenido en uno y no el otro?  Esta pregunta es difícil de responder y para ello es necesario analizar varias cosas por separado.

En primer lugar es necesario remarcar varias diferencias fundamentales entre ambos países. En primer lugar, la represión de las manifestaciones en Libia rápidamente desembocó en un guerra civil entre los opositores al régimen, agrupados en torno al Consejo Nacional de Transición (CNT), y los seguidores de Gadafi. La UE hizo un buen movimiento reconociendo al CNT como interlocutor válido, algo que resultó básico para poder intervenir como explicaré en el siguiente párrafo. Otra diferencia sustancial es la desproporción de los medios utilizados por Gadafi para sofocar las protestas, llegando a utilizar a la aviación para bombardear a sus propios ciudadanos. En tercer lugar, la inexistencia de un verdadero ejército en Libia. Esta diferencia no se da sólo en relación con Siria, sino que también con Túnez y Egipto, con la importancia que se verá más adelante. Obviamente, otra diferencia radica en la posición geográfica de un Estado y otro.

Vistas por encima las diferencias entre  Libia y Siria, voy a intentar explicar como afectan cada una al hecho de que sí se haya producido una intervención en la primera y no en la segunda. Como he nombrado antes, la primera diferencia es que en Libia se pasó de las protestas a la guerra civil entre dos bandos reconocidos como partes del conflicto por el resto de los Estados (al menos por los Estados que cuentan). Esto es relevante al ponerlo en conexión con  un principio general de las relaciones internacionales: el de no intervención en los asuntos internos de un Estado. ¿Qué significa esto? Pues que  para poder intervenir en un Estado, incluso en los casos de injerencia humanitaria, es necesario que se den una serie de requisitos. En primer lugar  que exista autorización o consentimiento a la intervención por parte del gobierno del Estado en el que se va a intervenir. Es el caso típico que se da en situaciones de catástrofes como el terremoto de Haití. Cuando se trata de un conflicto la cosa se vuelve más complicada, ya que para poder intervenir es necesaria la autorización de las partes (al menos de una, aunque siempre esto siempre será discutible). Eso es lo que sucedió en Libia cuando el CNT pidió a la ONU que estableciera una zona de exclusión aérea.

En Siria no hay dos facciones enfrentadas y, aunque se esté disparando contra la población civil y se pudiera esgrimir la causa humanitaria para justificar que el Consejo de Seguridad de la ONU autorice una intervención (ésta es la única forma viable de hacerlo cuando no existe consentimiento), esto no va a suceder por varios motivos, siendo el fundamental que ni Rusia ni China lo van a permitir. Ambas tienen regiones conflictivas en las que el uso de la fuerza para reprimir manifestaciones contra el régimen es algo cotidiano (baste recordar el caso del Tibet). Por tanto, no van a consentir que el principio de no intervención en asuntos internos se vea mermado con la creación de precedentes que justifiquen su no aplicación cuando un Gobierno usa la fuerza para reprimir los deseos de cambio de sus ciudadanos.

 Además, la represión en Siria, por suerte o por desgracia, no es tan vistosa como la que empleó Gadafi ordenando bombardeos contra civiles. Otro punto a favor para el régimen Sirio es que sin quererlo, Obama le ha regalado tiempo al desviar la atención de la prensa internacional con la muerte de Bin Laden. No es que en este caso la presión de la opinión pública pudiera acabar forzando a los Gobiernos occidentales a intervenir, pero quizás sí que se habrían aprobado sanciones contra el régimen sirio.

Como decía más arriba, otra diferencia radica en el ejército. En Libia las tropas leales a Gadafi están formadas principalmente por mercenarios. En Siria existe un ejército nacional profesional . En Túnez y Egipto el ejército jugó un papel fundamental durante las protestas al limitarse, en un principio, a mantener el orden y la seguridad y al retirarle posteriormente su apoyo a sus respectivos regímenes. Aunque, por ahora, no parece que esto vaya a suceder en Siria, es una opción que no creo que pueda descartarse del todo.

Por último, y para no extenderme más, está el factor geográfico. Para Europa era fundamental intervenir en Libia. En primer lugar, porque desde las guerras que dieron lugar a la desaparición de la antigua Yugoslavia y de los genocidios que allí se cometieron, los países europeos arrastran un sentimiento de culpa que les obligaba moralmente a hacer algo. No se podía permitir ese baño de sangre en nuestro patio trasero sin, al menos, haber intentado algo para detenerlo. En segundo lugar, Libia suministra petróleo y gas a Europa, por lo que había que asegurar este suministro. Y, por último, un éxodo masivo de refugiados libios que huyesen de las represalias de Gadafi podría haber puesto en peligro los procesos de transición iniciados en sus dos países vecinos, Túnez y Egipto, desestabilizando aún más la zona.

miércoles, 4 de mayo de 2011

¿Matar o capturar?

Antes que nada quiero disculparme por el retraso en la publicación del post de hoy. Esta mañana no he tenido posibilidad de ponerme con él. Pero como se suele decir más vale tarde que nunca.

El tema de hoy viene al hilo de lo que he podido ver en las noticias mientras comía. Al parecer, cada vez se conocen más detalles de la operación que acabó con la muerte de Bin Laden. Entre ellos destaca el hecho de que, por lo visto, el terrorista estaba desarmado y no fue muerto al tratar de defenderse, sino que fue ejecutado.

La verdad es que me esperaba más reacciones coléricas por este modo de actuar. Políticos de todo el mundo (sobre todo aquellos que saben que nunca tendrán que tomar tales decisiones) y periodistas  poniendo el grito en el cielo por lo que viene siendo una ejecución sumaria. Pero no, no he encontrado demasiadas críticas ante este hecho, tan sólo nuestro Presidente afirmando que él hubiera preferido que Bin Laden hubiera sido juzgado, pero que al fin y al cabo él mismo se había forjado su destino.

Tengo que reconocer que esta falta de críticas (o, al menos, que no se haya producido el aluvión de las mismas que era de esperar) me ha sorprendido. Quizás es que todo el mundo está de acuerdo en que si lo hubieran capturado con vida y sometido a un juicio el resultado hubiese sido el mismo: su ejecución, aunque unos meses más tarde y quién sabe si no la hubieran retransmitido en directo por televisión a todo el mundo.

Todo esto me lleva a una reflexión de índole jurídica: ¿de qué sirven las normas del Derecho internacional humanitario (definido a groso modo, como el conjunto de normas que regulan cómo han de comportarse las partes en un conflicto internacional)? En este caso de poco. Quizás para que se puedan escribir algunas tesis doctorales acerca de cómo la realidad nunca se amolda a lo previsto por las normas.

¿Capturar o matar? En el caso de Bin Laden estaba claro que el objetivo era matarlo. Era una figura demasiado grande, peligrosa e influyente como para tenerla encerrada en alguna prisión como Guantánamo. ¿Qué iban a hacer? ¿Rehabilitarlo para la sociedad? ¿Acaso no estaba claro cuál iba a ser el veredicto del Tribunal que lo juzgase? No, a Bin Laden había que matarlo y por muchos motivos y había que hacerlo de una forma rápida, casi quirúrgica. No permitir que la imagen del líder encarcelado diera aún más alas a sus seguidores. Sin embargo, el dilema entre capturar o matar seguirá estando presente y la respuesta no estará siempre tan clara y políticamente tan justificada como en este caso. Si EE. UU. y sus aliados quieren lavar su imagen, tendrán que empezar a respetar las mismas normas que dicen defender. Además, los muertos no hablan y eso no siempre es conveniente.

martes, 3 de mayo de 2011

Resaca

Como siempre que se produce una noticia de semejante calibre, parece que apenas hay espacio en los informativos para nada más en las horas inmediatas que siguen al hecho acontecido. En apenas 24 horas ya sabemos cómo se produjo la acción contra Bin Laden, cómo era la casa en la que vivía, qué tipo de comandos especiales la ejecutaron y cuánto tiempo les llevó. Hemos podido ver una supuesta imagen del cadáver desmentida escasos minutos después y se han producido programas especiales y debates a lo largo y ancho del mundo.

Pero la noticia de la muerte del terrorista más buscado del mundo no sólo ha hecho correr ríos de tinta y llenado horas de televisión, también ha provocado una fuerte resaca. En primer lugar, y como era lógico, el nivel de alerta ante un posible acto terrorista se ha elevado en todo el mundo - Defensa ha ordenado a nuestras tropas en el exterior extremar las medidas de autoprotección- y la mayor parte de los líderes mundiales advierten de que el peligro no ha pasado, de que Al-Qaida sigue siendo igual de peligrosa hoy que ayer. Así pues, ¿es cierta la afirmación de Obama de que tras la muerte de Bin Laden el mundo es un lugar más seguro? Quizás lo sea con el tiempo, pero por ahora lo dudo. De hecho, si hubiera que definir el clima reinante con una sola palabra creo que ésta debería ser incertidumbre y no sólo se aplicaría a EE. UU. y sus aliados, sino que también a la misma organización terrorista. ¿Por qué? Simple, los soldados que llevaron acabo la acción se hicieron con una gran cantidad de material informático e imagino que la información contenida en esos ordenadores tendrán en vela a más de uno.

El vértigo, la incertidumbre ante el qué pasará ahora, no es el único efecto que ha venido con la resaca. También ha traído el dolor de cabeza en forma de las críticas que inevitablemente acompañan a una acción de estas características. En primer lugar, las vertidas en torno a la legalidad de la acción en sí. No voy a entrar ahora en la discusión acerca de si la operación contó o no con la autorización del gobierno paquistaní y en si la legislación norteamericana - "Autorización para el uso de la fuerza militar", emitida contra todos los implicados en el 11-S- permitía o no a Obama a autorizar tal acción, ya que ambas son cuestiones tan complejas que requerirían de sendos post dedicados en exclusiva a analizarlas. Por el momento me contentaré con destacar el acierto que para mí ha tenido la Administración americana otorgando parte del crédito de la acción a la colaboración que durante los últimos diez años le viene prestando Pakistán a EE. UU. Sobre todo, porque las autoridades paquistaníes se están llevando también una buena ración de críticas y de dudas acerca de su compromiso en la lucha contra el terrorismo a raíz de que Osama se encontrara oculto a escasos 50 km de la capital del país sin que sus fuerzas de seguridad ni su Inteligencia aparentemente lo supieran.

Otra de las consecuencias que ha traído consigo esta resaca es la que, a mi juicio, me parece más interesante: las voces que ahora cuentan con un nuevo argumento con el que exigir la retirada de las tropas americanas tanto de Irak como, especialmente,  de Afganistán. ¿De verdad se ha quedado EE. UU. sin excusas que justifiquen su presencia en estos territorios? No lo creo. Es más, creo que con este éxito ahora Obama puede justificar mejor ante su opinión pública el mantener desplegadas las tropas el tiempo que sea necesario. El mensaje está claro: "Hemos tardado diez años, pero nuestra guerra contra el terrorismo está dando resultados".

Y para terminar este extenso post, voy a realizar una concesión a quienes ayer me pedíais que hablara de teorías conspiracionistas. ¿Dónde está el cadáver y por qué no se enseñan las fotos? Si bien por un lado creo que han actuado bien deshaciéndose del cadáver en el mar siguiendo la tradición musulmana para evitar ofensas y remarcar el mensaje de que la guerra es contra el terrorismo y no contra el Islam, por el otro creo que no les conviene retrasar demasiado -y en mi opinión ya lo están haciendo- el mostrar las pruebas de la muerte de Bin Laden, ya que cuanto más tarden más alas les darán a los amantes de las conspiraciones. De hecho, hoy he leído que los habitantes de la localidad en la que ha sido abatido no se creen que haya muerto. Es más, a mi ya se me está ocurriendo el argumento para una novela digna del mismísimo Tom Clancy.

lunes, 2 de mayo de 2011

Ha muerto Osama. ¿Y ahora qué?

Hace tiempo que quería comenzar un blog en el que exponer mi visión de las relaciones internacionales, pero por diversas razones aún no me había puesto a ello. Y no es que hubieran faltado ocasiones y motivos para iniciarlo (desde enero cada noticia relacionada con las protestas en el mundo árabe me llamaban a ello). Pero el notición con el que me he encontrado al despertarme esta mañana ha terminado por decidirme: "Osama bin Laden ha muerto".

El hombre que trágicamente puso fin al siglo XX y que con sus acciones y discursos ha provocado una buena parte de los acontecimientos que han marcado la primera década de este tercer milenio ahora está muerto. Lógicamente, se abren ante nosotros un sinfín de interrogantes como, por ejemplo, si Al-Qaida ha sufrido una herida mortal o si bien, como la Hydra, ahora que ha sido decapitada se volverá más peligrosa. ¿Abrirán este hecho y las revueltas pro-democracia en los países árabes una nueva etapa en las relaciones entre Occidente, y en especial los EE.UU., y esta región? ¿Qué rumbo tomará ahora la llamada Guerra contra el Terror? Etc.

Obviamente, es demasiado pronto para intentar responder a estas preguntas. Sin embargo, no creo que sea demasiado osado aventurar que la popularidad del presidente Obama va a subir como la espuma y que acaba de ganarse su reelección. Igualmente, aunque espero equivocarme en esta cuestión, tampoco creo que sea muy descabellado pensar que los grupos extremistas islámicos intentarán llevar a cabo alguna acción que, a la par de para vengar la caída de su líder, sirva para demostrar que aún sin la guía de Bin Laden siguen siendo capaces de golpear duro y de infundir temor. Por ello tampoco sería ilógico pensar que, a pesar de la muerte de Osama, en las próximas semanas el nivel de alerta ante la amenaza terrorista se elevará de nuevo tanto en EE. UU. como en sus aliados.

En fin, como primera entrada de este blog creo que es suficiente. Espero que a partir de hoy éste se convierta en un espacio en el que poder compartir con todos mi visión del mundo y de la política internacional. Un espacio abierto al debate y al diálogo que espero guste o, al menos, llame la atención de quien lo lea y que despierte el interés por lo que aún sucediendo lejos de nuestras casas, casi siempre acaba, de un modo u otro, repercutiendo en nosotros.