Sin duda Bankia es el gran tema de la semana. Yo no voy a escribir sobre Bankia en sí por dos motivos: el primero es que no tengo los suficientes conocimientos económicos para poder hacerlo. El segundo, es que no se corresponde con el objetivo de este blog. Sin embargo, cómo afecta todo este tema a la imagen de España en el exterior sí es algo que puedo comentar.
La imagen de un país es un preciado activo que hay que cuidar y cultivar. Muy grosso modo este concepto se puede definir como el modo en que un determinado país X es percibido por el resto del mundo. La importancia de tener una buena imagen ha hacho que en el mundo de las relaciones internacionales, inspirados por el marketing, apareciesen los términos de marca país y de diplomacia pública. La marca país es la imagen que se quiere proyectar del mismo, el conjunto de cualidades y aptitudes que se le quieren asociar. La diplomacia pública, el conjunto de actividades destinadas a construir y promocionar la marca país y a conseguir ese posicionamiento que se busca.
España ha trabajado mucho en este campo durante los últimos treinta años, intentando cambiar la imagen de país atrasado, destino sólo de sol y fiesta, por otra de Estado moderno, industrial y tecnológico, merecedor por derecho propio de ocupar un lugar destacado en la élite mundial (digo que lo ha intentado y, en algunos casos, lo ha conseguido). No hace muchos años se hablaba del milagro español para referirse al rápido crecimiento que había experimentado nuestra economía.
Sin embargo, desde el inicio de la crisis, invariablemente, la imagen de España en el exterior se ha ido deteriorando a una velocidad siempre in crescendo.
Una buena imagen atrae la inversión extranjera, favorece las exportaciones, te da peso en los foros internacionales, permitiéndote influir en la confección de las reglas del juego. Todo eso es lo que estamos perdiendo con el deterioro de nuestra imagen. La marca España aún goza de cierta credibilidad, pero casos como el de Bankia pueden acabar destruyendo lo poco que nos queda con la misma facilidad que una ola destruye un castillo de arena.
La imagen de un país se construye tanto desde el sector público como desde el sector privado. Igual que una buena imagen nos beneficia a todos, los excesos y despropósitos de unos pocos nos perjudican a todos. Como también lo hace una mala gestión de los problemas, el fomento del secretismo y la falta de asunción de responsabilidades.
Poco a poco España se va asemejando a uno de sus grandes iconos, Don Quijote, y su imagen se está convirtiendo en una triste figura.
Vamos, Bro. Ya va siendo hora de publicar otra, que el mundo no se desenmaraña sólo.
ResponderEliminar