Aunque la oleada informativa de la última semana nos pueda hacer pensar lo contrario, antes de la muerte de Osama había otras noticias que preocupaban al mundo, como la llamada "Primavera árabe", y las últimas noticias sobre este tema procedían de Siria. Hoy, buscando material para escribir este post, tan sólo he encontrado una noticia sobre Siria perdida en un mar de titulares entre los que destacaba la negativa de Obama de presentar las fotos del cadáver de Bin Laden. Dicha noticia hace referencia a la retirada del ejército de la ciudad de Deraa, aunque se mantiene la represión de los manifestantes.
El fin de semana pasado, hablando con mi gran amigo Germán sobre el tema, él me preguntaba que cuál era la diferencia entre lo que estaba pasando en Siria y lo que está pasando en Libia. ¿Por qué sí se había intervenido en uno y no el otro? Esta pregunta es difícil de responder y para ello es necesario analizar varias cosas por separado.
En primer lugar es necesario remarcar varias diferencias fundamentales entre ambos países. En primer lugar, la represión de las manifestaciones en Libia rápidamente desembocó en un guerra civil entre los opositores al régimen, agrupados en torno al Consejo Nacional de Transición (CNT), y los seguidores de Gadafi. La UE hizo un buen movimiento reconociendo al CNT como interlocutor válido, algo que resultó básico para poder intervenir como explicaré en el siguiente párrafo. Otra diferencia sustancial es la desproporción de los medios utilizados por Gadafi para sofocar las protestas, llegando a utilizar a la aviación para bombardear a sus propios ciudadanos. En tercer lugar, la inexistencia de un verdadero ejército en Libia. Esta diferencia no se da sólo en relación con Siria, sino que también con Túnez y Egipto, con la importancia que se verá más adelante. Obviamente, otra diferencia radica en la posición geográfica de un Estado y otro.
Vistas por encima las diferencias entre Libia y Siria, voy a intentar explicar como afectan cada una al hecho de que sí se haya producido una intervención en la primera y no en la segunda. Como he nombrado antes, la primera diferencia es que en Libia se pasó de las protestas a la guerra civil entre dos bandos reconocidos como partes del conflicto por el resto de los Estados (al menos por los Estados que cuentan). Esto es relevante al ponerlo en conexión con un principio general de las relaciones internacionales: el de no intervención en los asuntos internos de un Estado. ¿Qué significa esto? Pues que para poder intervenir en un Estado, incluso en los casos de injerencia humanitaria, es necesario que se den una serie de requisitos. En primer lugar que exista autorización o consentimiento a la intervención por parte del gobierno del Estado en el que se va a intervenir. Es el caso típico que se da en situaciones de catástrofes como el terremoto de Haití. Cuando se trata de un conflicto la cosa se vuelve más complicada, ya que para poder intervenir es necesaria la autorización de las partes (al menos de una, aunque siempre esto siempre será discutible). Eso es lo que sucedió en Libia cuando el CNT pidió a la ONU que estableciera una zona de exclusión aérea.
En Siria no hay dos facciones enfrentadas y, aunque se esté disparando contra la población civil y se pudiera esgrimir la causa humanitaria para justificar que el Consejo de Seguridad de la ONU autorice una intervención (ésta es la única forma viable de hacerlo cuando no existe consentimiento), esto no va a suceder por varios motivos, siendo el fundamental que ni Rusia ni China lo van a permitir. Ambas tienen regiones conflictivas en las que el uso de la fuerza para reprimir manifestaciones contra el régimen es algo cotidiano (baste recordar el caso del Tibet). Por tanto, no van a consentir que el principio de no intervención en asuntos internos se vea mermado con la creación de precedentes que justifiquen su no aplicación cuando un Gobierno usa la fuerza para reprimir los deseos de cambio de sus ciudadanos.
Además, la represión en Siria, por suerte o por desgracia, no es tan vistosa como la que empleó Gadafi ordenando bombardeos contra civiles. Otro punto a favor para el régimen Sirio es que sin quererlo, Obama le ha regalado tiempo al desviar la atención de la prensa internacional con la muerte de Bin Laden. No es que en este caso la presión de la opinión pública pudiera acabar forzando a los Gobiernos occidentales a intervenir, pero quizás sí que se habrían aprobado sanciones contra el régimen sirio.
Como decía más arriba, otra diferencia radica en el ejército. En Libia las tropas leales a Gadafi están formadas principalmente por mercenarios. En Siria existe un ejército nacional profesional . En Túnez y Egipto el ejército jugó un papel fundamental durante las protestas al limitarse, en un principio, a mantener el orden y la seguridad y al retirarle posteriormente su apoyo a sus respectivos regímenes. Aunque, por ahora, no parece que esto vaya a suceder en Siria, es una opción que no creo que pueda descartarse del todo.
Por último, y para no extenderme más, está el factor geográfico. Para Europa era fundamental intervenir en Libia. En primer lugar, porque desde las guerras que dieron lugar a la desaparición de la antigua Yugoslavia y de los genocidios que allí se cometieron, los países europeos arrastran un sentimiento de culpa que les obligaba moralmente a hacer algo. No se podía permitir ese baño de sangre en nuestro patio trasero sin, al menos, haber intentado algo para detenerlo. En segundo lugar, Libia suministra petróleo y gas a Europa, por lo que había que asegurar este suministro. Y, por último, un éxodo masivo de refugiados libios que huyesen de las represalias de Gadafi podría haber puesto en peligro los procesos de transición iniciados en sus dos países vecinos, Túnez y Egipto, desestabilizando aún más la zona.
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