miércoles, 9 de mayo de 2012

Balance

Aprovechando que esta semana no se ha producido ninguna nacionalización de última hora (Bankia es un asunto interno), intentaré retomar el tema del que quería escribir la última semana.

Ha pasado ya un año desde que una operación llevada a cabo por fuerzas especiales estadounidenses acabaran con la vida del que era el terrorista más buscado y más temido del mundo: Osama Bin Laden. ¿Ha cambiado algo en este año? 

En lo que se refiere a Al-Qaeda, es cierto que el número de atentados ha disminuido. No obstante, esto no quiere decir, ni mucho menos, que esté acabada. De hecho, hoy he leído que Estados Unidos ha logrado frustrar un intento de atentado en el que nuevamente pensaban implicar a un avión civil. Lo que cabe preguntarse es si esta aparente debilidad del grupo terrorista es o no consecuencia de la muerte de su líder. No cabe duda de que en algo ha debido afectar, como pasa con todo movimiento cuando desaparece el personaje carismático que lo alentaba. Sin embargo, la disminución de los ataques terroristas y de la capacidad de Al-Qaeda para actuar es algo que venía manifestándose desde antes de la muerte de Bin Laden y más que una consecuencia de ésta, es el fruto del aumento de la cooperación en materia anti terrorista entre los gobiernos y del mejor conocimiento por parte de las distintas fuerzas de seguridad del mundo de las formas de actuar, de reclutar y de financiarse de  los terroristas. También es preciso mencionar que la muerte de Bin Laden coincidió en el tiempo con el punto álgido de la llamada Primavera Árabe. Un voluntad de cambio y de libertad que dificultó la posibilidad de que el extremismo pudiera intentar vengar a su líder; entre otras cosas, porque los mismos islamistas radicales estaban intentando no perder el tren del cambio -y de la legitimidad- en sus propios países.

En cuanto a Afganistán y a Irak, la desaparición Osama no ha supuesto demasiado, ¿o sí? Estados Unidos retiró sus tropas de Irak en diciembre de 2011. La salida de la OTAN de Afganistán está prevista para 2014. ¿Responde este repliegue a una mejora en las condiciones de seguridad, gobernabilidad y, si me apuran, de democracia en ambos países? ¿Lo ha propiciado la muerte de Bin-Laden? A la luz de las noticias, no parece que esto sea así. Al-Qaeda sigue teniendo una importante presencia en ambos países y una buena base propagandística. Quizás las retiradas, tanto de Irak como la futura de Afganistán, están más relacionadas con el recrudecimiento de la crisis económica mundial que con la derrota del terrorismo. Porque eso sí que ha cambiado durante este año. El número de noticias referentes a la crisis multiplica a las relacionadas con la lucha global contra el terrorismo y la preocupación por la situación económica ha desplazado, al menos en este plano, a la preocupación por la seguridad.

Tengo que reconocer que me preocupa bastante el tema tanto de Irak como de Afganistán. Entrar en conflictos de esta magnitud -en el caso de Irak supuso quitar del juego a un actor regional muy importante, ya hablaré algún día de ello- sin un adecuado plan para gestionar la posguerra y la reconstrucción del país puede tener serias consecuencias. La más inmediata, la guerra civil entre las distintas facciones que quieran ocupar el vacío de poder producido por la retirada de las tropas internacionales. Las menos inmediatas, son imprevisibles, como muy bien se refleja en la película (aviso spoiler) Charlie Wilson's War, en la que se cuenta la historia de cómo este congresista consiguió los fondos necesarios para armar a los muyahidines afganos y derrotar a la URSS y cómo no logró conseguir esos mismos fondos para construir escuelas en Afganistán una vez terminado el conflicto con los soviéticos. De este abandono a su suerte surgió el caldo de cultivo para que casi una década después unos terroristas entrenados en suelo afgano cometieran los atentados del 11-S. 

En conclusión, a un año de la muerte de Bin Laden, los retos para la seguridad mundial no han cambiado en exceso y siguen pasando por dar una verdadera solución a los conflictos de Irak y de Afganistán, así como en no permitir que la crisis económica nos distraiga de lo que está pasando en sitios como Malí, Somalía, Yemen o Siria.

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