miércoles, 2 de mayo de 2012

Tu quoque fili mi

Hace ya un año que empezó la intermitente vida de este blog,  al hilo de la noticia de la muerte de Bin-Laden. Hoy quería dedicar el post a analizar si algo ha cambiado desde entonces y también quería dedicarle algo de atención a un tema que me gusta mucho: la reconstrucción post-conflicto.  Sin embargo, la noticia de un nuevo envite contra los intereses españoles en Latinoamérica, ahora en Bolivia, me obliga a cambiar mis planes y a tener que dejar los citados temas para la próxima semana.

Ya comenté en las entradas dedicadas al tema de YPF y Argentina que España está proyectando una imagen de debilidad manifiesta y que dicha imagen está poniendo en peligro los intereses españoles (y no me refiero sólo a los empresariales). Quizás, la respuesta del gobierno español, y de la Comisión europea, a la expropiación de YPF no ha sido lo suficientemente contundente  y los apoyos recibidos quizás no han tenido el peso deseado.

Desde el Gobierno español dicen que esta expropiación no puede compararse a la efectuada por Argentina (supongo que esta afirmación está motivada por el hecho de que Evo Morales, al menos, sí ha anunciado que compensará a Red Eléctrica Española), sin embargo, no es posible no ver algunas similitudes. Lo que sí ha sido distinta ha sido la reacción española y cabe preguntarse ¿por qué?

Es posible que una de las razones haya sido la sorpresa. No se trata, como en el caso de YPF, de un tira y afloja con amenazas por una y otra parte. En este caso, el gobierno de Bolivia simplemente ha promulgado un decreto expropiando la compañía a la par que ha ofrecido garantías tanto al ministro español de Industria como al de Exteriores de que habrá una justa compensación. Una maniobra rápida y sin aspavientos que no ha dejado mucho margen de maniobra al ejecutivo español

Pero, seguramente, otro de los motivos es que una nueva protesta airada por parte española no habría sido lo mejor para nuestros intereses. Habría sido la viva imagen de la impotencia. En este caso se trata, como en el ajedrez, de asumir la pérdida de una pieza de tal forma que se pueda obtener una ventaja. Si esta expropiación se gestiona adecuadamente y se obtiene una compensación justa, este caso quizás pueda servir para apoyar las pretensiones de España frente a Argentina.

En cualquier caso esta nueva expropiación, como ya he dicho, vuelve a poner en evidencia la imagen de debilidad que está transmitiendo España y su pérdida de influencia en la esfera internacional. Esta es un rumbo peligroso que, espero, podamos enderezar a tiempo.

También espero, por el bien de Latinoamérica, que esta fiebre nacionalizadora no se contagie. No es la mejor imagen que ofrecer a una inversión extranjera tan necesaria como asustadiza.

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