1948 fue el año del nacimiento de uno de los conflictos más prolongados y con menos visos de solución de la Historia reciente. En ese año la ONU decidía la partición del Mandato Británico de Palestina en dos estados, uno hebreo y otro árabe. Un día antes de que el mandato expirase, Israel proclamó unilateralmente su independencia, provocando la primera guerra entre la coalición de los estados árabes vecinos e Israel. La dinámica de la Guerra Fría supuso la continuación de las guerras entre los estados árabes -armados por la Unión Soviética- e Israel - que siempre ha contado con el apoyo de EE. UU.- Estas guerras tuvieron como consecuencia la ampliación de las fronteras de Israel más allá de las que le reconocía la resolución de Naciones Unidas y una gran leada de refugiados palestinos (y de desplazados internos) que se asentaron en los países árabes vecinos y que comenzaron a diseñar la resistencia ante la ocupación judía, un movimiento de liberación nacional que fue el germen de lo que hoy es la Autoridad Nacional Palestina (ANP).
Cuando la Guerra Fría llegó a su fin, llegaron los Acuerdos Camp Davis, la paz entre Israel y Egipto (que recuperaba la península del Sinaí a la par que reconocía la existencia del estado judío), los premios Nobel y la famosa Hoja de Ruta y se comenzó a hablar de la creación de un estado palestino. La paz en la región parecía, al fin, posible. Pero no fue más que otro espejismo de los felices años noventa. Así, a comienzos de la primera década de este siglo XXI, Israel, bajo el amparo de la guerra global contra el terrorismo proclamada desde EE.UU. por la Administración Bush, atacó hasta su práctica destrucción a la Autoridad Nacional Palestina y, no mucho tiempo después, comenzó la construcción del tristemente famoso Muro de Cisjordania. Como consecuecncia de estos ataques israelíes la organización palestina Hamas -incluida dentro de las listas de organizaciones terroristas- salió tan reforzada que en 2006 ganó las elecciones generales palestinas, victoria que provocó un aumento de la tensión entre Hamas y la otra facción palestina, Al-Fatah, hasta provocar un enfrentamiento entre ambas que se puede considerar una auténtica guerra civil palestina que desembocó en la división en dos de la ANP, quedando la Franja de Gaza bajo control de Hamas y Cisjordania bajo control de Al-Fatah.
Tras este breve, brevísimo repaso de los último sesenta y tres años del conflicto árabe-israelí, llegamos al enésimo capítulo de esta historia: las dos noticias que han llegado esta semana desde la región. La primera, la reconciliación entre las dos facciones palestinas que han anunciado la creación de un gobierno de unidad. La segunda, los graves enfrentamientos producidos en la frontera de Israel con Siria y el Líbano entre soldados israelíes y manifestantes palestinos que intentaban cruzar la frontera en la conmemoración de la Nakba -"Catástrofe", en referencia a la creación de Israel-.
Y ahora, la pregunta obligada: ¿tendrá esta historia un final? En principio parece difícil. Por un lado porque Israel no va a aceptar volver a las fronteras de 1948, entre otras cosas porque ahora controla los acuíferos más importantes de la región. Por otro lado, porque mientras algunas facciones árabes sigan poniendo sobre la mesa la exigencia de la aniquilación de Israel, rebajar la tensión no va a ser posible. Y es que estos son dos puntos básicos para poder alcanzar la paz. Israel debe dejar de construir colonias en los territorios ocupados y retirarse de ellos, pero para que lo haga es fundamental que los estados árabes, incluido un futuro estado palestino, reconozcan el derecho de Israel a existir y garanticen su seguridad. Pero, aunque a primera vista, pueda parecer que las posturas de ambos bandos son irreconciliables y que el conflicto no tendrá nunca una solución, los recientes acontecimientos ocurridos en el mundo árabe desde enero pueden hacer que la situación cambie. ¿Cómo? O mejor dicho, ¿por qué? Pues porque puede que una de las bases que legitiman el apoyo casi incondicional de EE. UU. a Israel comience a tambalearse. Hasta ahora Israel era (y lo sigue siendo) la única democracia real en Oriente Medio, lo que le garantizaba el apoyo americano -obviamente, a parte de la presión del lobby judío en EE. UU.-. Sin embargo, si el proceso de transición iniciado en Egipto desemboca en la creación de un verdadero Estado democrático, las cosas podrían cambiar. Claro que esto no es más que una especulación, como también lo es pensar que quizás los jóvenes palestinos hayan aprendido algo de las revoluciones ocurridas en Egipto y en Túnez, en donde las protestas pacíficas lograron cambiar el statu quo imperante. De hecho puede que algo hayan aprendido, pues ha sido su presión la que ha posibilitado la reconciliación entre Hamas y Al-Fatah.
Se espera que Obama pronuncie un discurso sobre Oriente Medio este jueves y que en él se comprometa a dar apoyo a quienes están pidiendo cambios democráticos en la región. Por su parte, la Autoridad Nacional Palestina está preparando la proclamación del Estado palestino en octubre. ¿Estaremos ante el último capítulo de esta historia interminable o será tan sólo uno más? Yo, personalmente, quiero creer que el cambio en la región es una realidad que se irá materializando poco a poco en los próximos años. Habrá que estar atentos.
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